Como director de la conserjería del Edificio de la Libertad en Tribeca, es mi trabajo cuidar de los ricos y famosos, los trajes de los multimillonarios, sus esposas trofeo, todos los VIPs.
Es como dirigir un hotel, pero para los multimillonarios.
Cuando se abre un ático, es como el piso de la Bolsa de Valores. El mejor postor gana.
Y esta vez, el ganador es el diácono Hamilton.
Es joven y guapo... pero una herramienta. Apenas me dice dos palabras, ni siquiera me mira cuando habla y me trata como a un imbécil.
Pero cuanto más tiempo recojo su ropa de la tintorería, entrego sus comestibles, me ocupo de todos los detalles de su vida, más me doy cuenta de que no es lo que parece.
Es simplemente brillante.
Extremadamente brillante.
El diácono Hamilton, un noble y premiado doctor e investigador, es uno de los hombres más dotados del planeta.
Pero no sabe hablar con la gente, no sabe comunicarse, no sabe cómo conectarse con nadie.
Excepto conmigo.
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