Candela nunca ha salido de España. En esos últimos días de diciembre, por fin, pone rumbo a Canadá, si bien su destino no es un viaje de placer.
Sola como se ha quedado en el mundo, una llamada de su padre hace que algo se remueva en su interior. Es cierto que él se marchó cuando ella no era más que un bebé, si bien el que le anuncie que sufre una enfermedad terminal le toca la fibra sensible
Una vez en Alberta, donde se enfrenta a un frío glaciar, comprueba que, pese a ello, van a ser unas fiestas de lo más calentitas. Vale que la joven no sabía exactamente lo que se encontraría, pero ¿no es demasiada ironía la del destino?
Suerte que a Candela le sobra sentido del humor, porque falta le hará en una Navidad que cuenta con todos los ingredientes para ser cualquier cosa menos convencional.
Como aperitivo recibe un varapalo que la dejará en shock, tras lo cual, y de la forma más inesperada posible, se cruza alguien en su camino que nada tiene que ver con lo que pensaba. Solo resta conocer si se trata del candidato ideal para llamar a las puertas de su corazón, logrando que se lo abra de par en par.
En el caso de que lo logre, habrá ganado a una gran mujer, puesto que Candela es una de esas guerreras anónimas que merece una Navidad de cuento en Banff: una de esas idílicas, en un rincón del planeta en el que el helado viento transporta magia.