No juegues con tu comida, es la primera regla de etiqueta que se les enseña a los vampiros, y sin embargo estoy tan tentada de mordisquear al médico mortal con el que me veo obligada a trabajar. Mi debilidad por Raphael es un problema - para él. Mi toque es mortal para los humanos, aunque tienden a morir con una sonrisa en la cara.
Los vampiros son reales. El mundo ahora lo sabe, y en un gesto de buena voluntad, hemos permitido que envíen a un humano a estudiarnos para que la población entienda que no tienen nada que temer. No somos salvajes, asesinos sin sentido. Somos sobrevivientes fríos y calculadores, y sabemos cómo guardar un secreto.
Depende de mí asegurarme de que este médico humano no vea demasiado. Así que nada de comérselo, ya que estoy seguro de que su muerte acabará con la precaria tregua que los vampiros tienen con el mundo. Me entristece admitir que necesitaremos sus ejércitos y armas en la próxima guerra. Una guerra que se niegan a creer que viene.
Tontos. No he vivido tanto tiempo para sufrirlos, y no me convertí en el general del ejército de la reina de los vampiros por ser diplomático. Todos lucharán en la próxima batalla, o alimentarán a mis tropas. Todas las cosas vivas harán su parte, o morirán.
Al igual que Raphael morirá si sigue tentándome con esos labios. Porque todo el mundo sabe que el beso de un vampiro es tóxico.
